"Autopsia", de Miguel Serrano Larraz


Nunca he reseñado un libro de un escritor español joven. No daba con autores por los que mereciese la pena el esfuerzo y, si eso llegaba a ocurrir, resolvía guardar silencio para no crear confusiones inadecuadas, acusaciones sin fundamento y variantes de la perfidia habitual que, de continuo, he encontrado en otros blogs. El problema del resentimiento, que diría Bloom. Por otro lado, siempre he creído que es posible reseñar un libro con solvencia si existe una clara vocación por la argumentación y, sobre todo, si se da una aproximación a la obra desde la tradición y la técnica, y no desde el gusto personal. El gusto no es un parámetro válido en el contexto de la crítica literaria. A lo largo de los dos años de vida de este blog nos hemos esforzado por tratar de demostrarlo y ahora creo que ha llegado el momento de ampliar nuestro campo de acción si un texto así lo justifica. Este es el caso de Autopsia, de Miguel Serrano Larraz. 

El libro llegó a mis manos de la siguiente manera. Durante una comida con libreros y editores en una escuela de hostelería de Salamanca, en el momento de los postres, empezamos a hablar con pasión de los libros que últimamente habían sido significativos para nosotros. Mencioné Jane Eyre de Charlotte Brönte y Años luz de James Salter. Bajo el influjo del vino elaboré un torpe discurso en favor de la lectura de los clásicos que me valió el epíteto de decimonónico y que causó el desinterés de gran parte de la mesa excepto del librero de Hydria (tal vez la mejor librería de la ciudad). Con él elaboré un rápido frontón de lecturas que podría haberse prolongado toda la tarde y a lo largo de varias botellas de vino si no nos hubiesen detenido el resto de comensales, ya hartos de escuchar nuestras largas y etílicas enumeraciones. Él, en tanto que librero, mencionaba obras de rigurosa actualidad editorial. Yo, en tanto que sombra de mí mismo, evocaba gloriosas tardes de lectura pasadas como quien evoca gloriosos amores clausurados por la vía del drama. Entre sus recomendaciones, me llamaron la atención dos libros por las palabras que les dedicó y por la inflexión pasional de la voz que percibí al oírle hablar de ellos. Los extraños, de Vicente Valero y Autopsia, de Miguel Serrano Larraz. 




Del primero, hablaré otro día. Del segundo, como ya he dicho, hablaré hoy. Dijo, con una mueca sugestiva de los labios, que se trataba de una obra notable. Irregular, añadió, con momentos bajos, claro, dijo, pero cuyos momentos altos son muy altos. No sé qué demonios quería decir con eso. Para mí la irregularidad en la obra literaria no es algo reprochable. Pienso en grandes ídolos personales como Malcolm Lowry o Antonio Lobo Antunes, pienso en los oscuros pasajes del primer Don Delillo que enloquecieron a los críticos de la tradición realista, pienso en amplias estampidas de bisontes y en cebras rezagadas. Bueno, me los apunto para leerlos en el futuro, dije, y el asunto quedó en el aire. Más tarde, ya forjada nuestra cercanía, me obligó, literalmente, a adquirir ambos libros con el pretexto del 10% de descuento que se aplica en la Feria del Libro de Salamanca, me los llevé al hotel y los abrí con escepticismo antes de quedar dormido. Soy culpable, por lo tanto, de dudar de antemano y de prejuzgar sin criterio, lo admito. 

Sin embargo, el libro me ha parecido muy bueno. En primer lugar, estamos ante un estilista de nivel. Los compases iniciales de la novela se adhieren a una tesis que esgrimió Sánchez Ferlosio: las primeras diez páginas de toda novela exigen una atención expresa por la prosodia. Asistimos, en la obertura, a un despliegue técnico desde el punto de vista del estilo más que notable. Se percibe en el fraseo, de largo recorrido y sabiamente simplificado en los puntos de tensión, una atención por el ritmo y una utilización prolija y variada de los signos de puntuación que ofrece variantes, en algunos pasajes, muy sugestivas (pienso, por ejemplo, en ceses abruptos de frases que requieren de continuidad como manera de crear una formulación rítmica atonal curiosa). Existe una vocación -que creí inicialmente excesiva- por la acumulación enumerativa de elementos, atributos o imágenes de carácter simbólico. Pensé, de hecho, en primera instancia, que la presencia de este exceso funcionaría mal en una novela de tan largo recorrido, pero comprendí a medida que avanzaba en la lectura que ese mismo exceso desempeñaba una función específica de carácter atmosférico. Por otro lado, el autor da cabida a lo largo de las páginas y de forma imperceptible a la presencia de la narración y el exceso, de pronto, se acepta y se configura como una característica notoria de la voz, una voz que es exuberante pero no arficiosa. Queda patente que estamos ante un escritor con amplios conocimientos en el territorio de la poesía, tanto a nivel rítmico como a nivel cognitivo conceptual. 

Por este mismo motivo, en un primer momento pude llegar a pensar que la estructura se encontraría diluida o no jugaría un papel relevante en el conjunto de la obra, pero pronto descubrí que estaba equivocado. Un análisis detallado de los primeros veinte capítulos de Autopsia revela una consciencia constructiva muy madura. El autor sabe equilibrar con notable solvencia parámetros contrapuestos y demuestra premeditación, cálculo y conocimiento de las problemáticas intrínsecas del par estilo-estructura. Se llegan a desarrollar en paralelo más de cuatro subtramas sin que por ello se vea perjudicado el sentido de unidad del conjunto. Existen algunos capítulos que podrían considerarse, prácticamente, excursos, pero que, a su vez, tienen un valor simbólico claro y ejercen un papel atmosférico y referencial determinante para elevar el nivel de la trama que, en sí misma, no me parece lo más destacable de esta obra. Estamos ante un texto que maneja con soltura ideas y conceptos: el autor echa mano de su poderío expresivo para ofrecer pequeños pasajes de notable calado intelectual y para reelaborar lugares comunes que todos conocemos y que aquí revisitamos en reformulaciones muy gratificantes (para mí esto es esencial si estamos hablando de literatura). 

Empieza a cobrar sentido, tras lo expuesto, que el calificativo de irregular no es en absoluto despectivo en el caso de Autopsia. El lector atento se dará cuenta de que la segunda parte de la novela abandona de manera paulatina la densidad estilística en favor del desarrollo claro y directo de la trama. Ante esta situación se puede pensar que el escritor ha aflojado el pulso, pero yo me inclino por lo contrario: creo que incurre en una elección consciente a efectos del cierre de la obra. Esta misma situación la encontré hace poco, precisamente, en una novela que he citado más arriba: Años luz, de James Salter. Mi gusto personal me inclina a preferir la primera parte a la segunda, pero una determinación de este calibre -por lo arriesgada que es- demuestra, una vez más, que estamos ante un autor consciente y experimentado. Sí creo, por otro lado, que sobran algunos capítulos en la segunda parte de la novela, no tanto por su valor individual -que lo tienen- sino por la función poco clara que desempeñan, en mi opinión, en los movimientos estructurales con voluntad de cierre que tienen lugar en las últimas cien páginas. 




Autopsia adopta la forma de la autoficción. Miguel Serrano habla en primera persona y el lector fácilmente puede creer que está ante un testimonio vital. Está claro, sin embargo, que se trata de una trampa y de un juego, como también está claro que creer en la veracidad de lo que alguien cuenta es siempre una manera tan válida como cualquier otra de atrapar al lector. El personaje, que es supuestamente Miguel mismo, es un chico de treinta años, un outsider con intereses literarios que rememora sus años de instituto, los amores pasados, la vida bohemia que llevó durante un tiempo en la ciudad de Zaragoza, donde, según entiendo, fue muy pobre y parcialmente feliz junto a los más pintorescos personajes. Existen varios motivos recurrentes que aparecen una y otra vez. Uno de ellos es un hecho dramático que tuvo lugar en su adolescencia, cuando la inmadurez lo llevó a maltratar a una tal Laura Buey hasta el paroxismo. Otro motivo es una paliza que recibió por parte de unos Skin-heads y que le llevó a componer un poema épico en memoria de dicho acontecimiento que marcó el principio de su carrera literaria (con él, ganó un premio literario de provincias). El diseño fragmentario, según tramas que se desarrollan en paralelo en tiempos distintos, de la estructura, permite componer al personaje y su historia como se compone, valga el lugar común, un puzle. Además del desarrollo profundo de temas como la culpa, el tránsito de la adolescencia a la madurez, la precariedad o la amistad y el amor, se nos presenta a un personaje que, en la práctica, se desarrolla a sí mismo a través de los demás personajes. En este sentido, seguimos su drama personal pero, al mismo tiempo, seguimos el drama personal de quienes lo rodean, puesto que gran parte de la atención se fija en las personas que entran y salen de su vida, como subtramas que en gran medida influyen en la trama central. Merece la pena destacar, por ejemplo, la figura del DJ Hans Castorp. El diseño de este personaje me parece reseñable. Hans Castorp fue un DJ que, supuestamente, actuaba a menudo en el célebre programa Crónicas Marcianas que emitía Telecinco en los años noventa. Se elabora de él una completa biografía y asistimos a su ascenso y caída a través de escenas in media res y de la reconstrucción de un pasado por completo ficcional (pues nunca existió un DJ llamado Hans Castorp que actuara en Crónicas Marcianas, según he investigado. Pero, ¿es eso importante?). No forma parte del núcleo de la trama que anuncia la contracubierta pero, a su vez, su figura crea una subtrama de gran calado en el conjunto de la obra y en referencia al personaje principal, Miguel. Está construido con parámetros vagamente míticos y su presencia aporta un aura al conjunto de la obra que puede facilita el calificarla, también, como generacional. Podemos enmarcar Autopsia en el contexto de los años noventa: se tratan temas específicos de aquella época como la cuestión de los Skin-heads que nos aterrorizaban cuando apenas éramos adolescentes, el nacimiento de Internet, y otros. Pero que una obra sea generacional o no me parece algo completamente secundario a la hora de calibrar su valor. 

 Uno no puede sino sospechar cuando le dicen en las fajas, en las patéticas reseñas de los suplementos culturales, que estamos ante el nuevo Faulkner, ante la nueva Woolf, ante la obra literaria del año, etc. Un crítico de La Vanguardia dijo de Miguel Serrano Larraz que es "el heredero de la chupa de Bolaño". La afirmación, expresada así, sin más, desde luego tiene su gracia. Pienso con ironía en Corazón Salvaje de David Lynch y en la frase aquélla que pronuncia Nicolas Cage y que todo escritor debería aplicarse: "Esta chaqueta es un símbolo de mi individualidad y de mi creencia en la libertad personal". Decir que Autopsia se parece a, por ejemplo, Los detectives salvajes de Bolaño, no me parece descabellado, pero sí una prueba más de que Bolaño y su literatura, la profunda renovación que significó su literatura, o bien no se ha comprendido, o bien se ha banalizado hasta extremos insospechados. Autopsia puede parecerse a Los detectives salvajes por el aura que desprende el conjunto del texto, pero poco más. Los personajes tienen algunos elementos en común con la obra de Bolaño y la obra mayor de McCarthy (un diseño plano, se definen por lo que hacen y su interioridad está muy limitada). Sin embargo, en el conjunto de la obra de Bolaño tienen otras características no observadas en Autopsia, como una vocación extrema por el movimiento hacia delante (en el sentido literal y simbólico: apenas sabemos quiénes son y de donde vienen, cosa que no creo que ocurra aquí) o la obsesión central por la búsqueda al estilo capitán Ahab. En la estructura no encuentro sino elementos superficiales que puedan asemejarse a la obra del chileno: sólo podría decirse que es fragmentaria e intricada, y en este sentido, lógicamente, podemos hallar influencias más atinadas en la narrativa anglosajona a partir de mediados del siglo XX. Por citar algo más: la vocación lírica en Miguel Serrano me parece más conceptual y menos emotiva que en Bolaño (y así podríamos seguir ad aeternum). Sugiero lo siguiente, para superar la ansiedad de las influencias: Autopsia comprende la tradición que la precede pero debe ser entendida per se y en sí misma. 

A modo de conclusión: tal vez pueda parecer que este libro me parece una cima narrativa en la literatura española. No lo creo. A pesar de demostrar la perfección de la que carece lo perfecto, encuentro debilidades en el conjunto, escenas narrativas que podrían estar mejor ejecutadas, por ejemplo, elucubraciones que funcionarían mejor con algo de poda, por decirlo así, y personajes que tal vez exijan más variantes (el padre, pienso). Lo que sí me parece es una excelente novela de un autor verdaderamente prometedor. Hay talento, hay fuerza y honestidad. Tengo mucho interés en seguir leyéndolo en adelante. Lo que quiero decir, en definitiva, es que es uno de los pocos autores españoles jóvenes que he leído que me parece capacitado para ejecutar esta cosa grandilocuente que algunos llaman -yo mismo he llamado- una cima narrativa de la literatura española, en el futuro.


Víctor Balcells Matas

11 comentarios:

  1. Apuntado (y van...)

    Gracias por este blog

    Azul.

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  2. La reseña que publicas incita verdaderamente a leer la novela. Echo de menos alguna cita que ilustre lo que afirmas, para dar alguna pista por ejemplo, de ese ejercicio de estilo del autor que le acerca a Bolaño

    Por otra parte. me gustaría que explicases -si te apetece, claro- la siguiente afirmación. "El gusto no es un parámetro válido en el contexto de la crítica literaria. A lo largo de los dos años de vida de este blog nos hemos esforzado por tratar de demostrarlo"

    Muchas gracias Víctor

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    1. (debo fragmentar la respuesta en varios comentarios, discúlpame)
      Buenas tardes EPHSXXI, me ha gustado tu comentario porque da pie al intercambio (sin desmerecer a los dos comentarios anteriores por los que estoy, claro, agradecido). Primero te contestaré a lo segundo y luego te copio algún fragmento ilustrativo (tengo que buscarlo). Lo del gusto es más una pretensión que algo realizable, por eso digo que nos "hemos esforzado por tratar de demostrarlo". Lo mejor será un ejemplo: existen varios libros que figuran en el canon de la novela de Harold Bloom (cuya lectura completa estamos intentando acometer Iago y yo) que no me han gustado a un nivel personal. Los motivos pueden ser variopintos pero es obvio, a todo el mundo le pasa, que me gustan ciertos tipos de literatura y otros no tanto. Los orígenes de dichos gustos pueden tener una raíz psicológica en la infancia, a través del trauma, por la configuración de mis redes neuronales, o lo que sea (podríamos aquí enumerar muchos elementos que configuran el gusto de cada uno). De la misma manera, algunas canciones son profundamente significativas para mí y otras me causan la más absoluta indiferencia. En el caso de la novela, te voy a poner como ejemplo a Flaubert (y, en concreto, las traducciones de Flaubert). No me gusta demasiado, no me exalta ni me emociona como sí le ocurre a Iago ("el otro" de este blog). No obstante, estoy de acuerdo en que, desde un punto de vista técnico, Flaubert es un escritor sobresaliente, muy superior a sus contemporáneos (por lo menos a los que he leído) y absolutamente innovador en ciertos aspectos técnicos. No consideraría como crítica literaria un artículo en el que explicara lo poco que me gusta Flaubert. Eso sería, para mí y para el lector, una pérdida de tiempo, pues no veo que pueda aducir argumentos válidos para expresar por qué "La educación sentimental" me parece un libro aburrido: no encontraría una manera genérica de argumentar algo que es puramente subjetivo. Para este tipo de manifestaciones existen redes sociales como Goodreads que funcionan muy bien. Lo que me parecería más interesante sería, al contrario, elaborar un texto en el que se explicara por qué técnicamente Flaubert es superior a sus contemporáneos y por qué es un escritor innovador. Bien podría, en un excurso, como ocurre en esta reseña, decir que "a mí me gusta esto" o "yo prefiero aquéllo", pero no dejaría de ser un excurso y, en esencia, quedaría una reseña que daría pie, por supuesto, a opiniones contrapuestas pero que, en definitiva, requerirían de argumentaciones de cierto rigor. Sin ánimo de polemizar me parece que un blog como "la medicina de tongoy" representa con exactitud el tipo de comentario basado en el gusto y no en la argumentación técnica. Te invito a leer, por ejemplo, la última reseña dedicada a Moby Dick, de Melville, y a extraer de ella un sólo argumento que no sea absolutamente subjetivo. Por otro lado, no creo estar diciendo un disparate cuando el propio autor de dicho blog ha asegurado varias veces que más que un blog de crítica es un blog en el que él da su opinión acerca de los libros que lee, algo digno de respeto, por supuesto. Y también es cierto que no existe ningún argumento, en ningún caso, que no contenga en sí mismo un componente subjetivo, ni en este blog ni en otros.

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    2. Pero, de acuerdo con lo que dice el propio Bloom en la introducción a su Canon Occidental podemos valorar de manera ciertamente solvente algunos parámetros que exigen de cierta sistematización, como pueden ser la estructura, el valor congnitivo y conceptual del discurso lírico, las cuestiones prosódicas u otros. Podemos rastrear -más difícil aún, algo que aquí, en esta reseña, no he intentado- el origen de la obra a través de sus influencias, el origen de sus personajes en tanto que entes, etc. En tanto que técnica, existe una posibilidad de objetivización (si se dice así), igual que un carpintero puede realizar una crítica a la construcción de otro carpintero de acuerdo con preceptos similares. Otra cosa es que al carpintero X no le guste una mesa de alguien porque esa mesa es roja y a él no le gusta el rojo. No veo valor en esta apreciación. Sí tendría más valor decir "la mesa cojea porque, como se puede ver, una de sus patas es más cortas". Naturalmente, en la crítica literaria, haría falta echar mano de fragmentos y ejemplos, pero en el corto espacio que le podemos dedicar eso también es peligroso. Si aquí no me he remitido a pasajes, o lo que habitualmente en literatura latina se conoce como la ejemplificación para sustentar lo que se dice (exempla), es porque entiendo que quien quiera puede acceder al texto, puede leerlo y, de no estar de acuerdo, volver aquí y comentarlo. Y puesto que las consideraciones se ciñen al ámbito técnico (no he hecho apenas apreciaciones temáticas o argumentales, que son más peligrosas si no se sustentan el dificilísimo ámbito de las influencias) podría surgir un interesante debate. Por ejemplo, me parece digno de discusión el cambio que ocurre en la segunda parte de "Autopsia": ¿La novela adopta una forma narrativa más consistente de manera consciente o es el autor que ha fallado al no saber mantener un equilibrio en el tono? Hablaríamos de ello y especularíamos acerca de ello pero no veo por dónde podrían entrar, en dicha discusión, aspectos subjetivos relacionados con el gusto que tuvieran validez en este contexto -a menos que lo especifiquemos-. Existen críticos en Babelia, por ejemplo, afincados a la tradición realista que tienen un concepto muy personal de lo que es la buena literatura, y no sería la primera vez que se desmembra un libro lejano a dicha tradición por haber sido leído desde la perspectiva de una tradición contraria a la que representa. Simplemente digo: atengámonos al texto y, en la medida de lo posible, no nos salgamos de él ni de sus pretensiones ni de la tradición que le corresponde (que no tienen nada que ver con las nuestras, ni con nuestros deseos). ¿Qué opinas al respecto?

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    3. En cuanto a la cuestión de Bolaño, es difícil que te pueda mostrar en qué se parecen porque, lo que estoy diciendo, en esencia, es que no se parece a Bolaño más que a través de una percepción abstracta y, en este caso, sí, puramente personal (mía). Por ejemplo, observa este análisis que hace la voz narradora:

      "Insisten los dos, pero yo me niego, tengo la sensación de que mi existencia es una irregularidad en este lugar, rodeado de esta gente, entre el vapor de la admiración y la inminencia diferida, yo no puedo competir con la gracia y prefiero no participar en el juego, elijo ser funcionario, el testigo de la batalla que después, cuando todo termina, no tiene palabras para nombrar lo que ha visto, la muerte elegante, el valor, la entrega total, adopto mi papel de cobarde místico que no permite que la proeza persista porque no se considera lo bastante hábil para transmitir lo que ha creído entrever, como en una bruma, en mitad de la sangre y el delirio, de los golpes fingidos, de las heridas reales, de la simultaneidad de todo lo que sucede en el mundo. El muerto en combate no puede ser el cronista de la batalla. El que la cuente, el testigo, ha de ser un superviviente, un cobarde, el que no ha muerto ni ha matado".

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    4. Toma una página cualquiera en la que Bolaño emplee una primera persona como voz narradora. Veremos varias cosas. Pienso que nunca Bolaño tuvo una pretensión conceptual tan abstracta como la que arroja este pasaje. En su obra no hay este detenimiento, este nivel de reflexión (ojo, con nivel no estoy diciendo "mejor o peor", sino dimensión), y todo lirismo, cuando lo hay, es de un orden más sensorial y menos conceptual. Bolaño rehuye este tipo de digresiones. Por otro lado, este fragmento arroja luz sobre otros elementos. Por ejemplo la puntuación: hay varios momentos en los que uno colocaría punto y coma, y aquí no se sirve el autor de dicho recurso, de manera que crea un efecto particular que yo asimilaría con un in crescendo musical. Si comparamos la forma de puntuar de ambos autores encontraremos diferencias sustanciales a efectos del ritmo y cierta similitud, sí, en el uso prolijo de las comas. Este pasaje, por otro lado, también sirve para ejemplificar el punto de exceso que tiene la voz narrativa en esta novela, las enumeraciones encadenadas, y el tipo de adjetivación de corte lírico. Lo que se ve en este pasaje se repite en bastantes capítulos con otros temas/digresiones, y yo diría que Bolaño no tiene tanta predilección por la adjetivación (ni siquiera su poesía la tenía). Hay otros elementos que no he mencionado en la reseña que distancian a Miguel de Bolaño. Uno de ellos tiene que ver con la estructura general y no puede ejemplificarse con fragmentos: el escenario. Autopsia se desarrolla exclusivamente en Zaragoza y en Bolaño hay una vocación hacia la variedad que favorece la esencia de su narrativa basada en la búsqueda (cosa que aquí tampoco observo, la base es distinta; aquí se da más bien una disección hacia el pasado y no hay movimiento apenas, hacia delante). En los detectives salvajes estamos ahora en méxico, ahora en Israel, ahora en Barcelona y así sucesivamente. No creo que esta voluntad sea gratuita y creo que responde a un fin concreto en la construcción narrativa. Claro está que cualquiera de estas afirmaciones puede desmentirse dando con un fragmento equivalente en el corpus completo de la obra de Bolaño, seguro que los hay, faltaría más, pero me gustaría que adoptáramos en este caso, un enfoque general (y para ello será necesario leer Autopsia, claro).

      (he agotado mi energía por ahora, espero que encuentres algo de valor en esta respuesta. Espero la tuya). Un abrazo

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    5. Víctor, tu respuesta es sumamente generosa y diría que apabullante. De hecho lo que has hecho es escribir la segunda parte de la reseña. He aprendido mucho leyendo tanto el post como esta respuesta antológica.

      No me atrevería a discutir ninguno de los argumentos críticos que expones porque creo que los míos no estarían a la altura

      Sin embargo, creo que el asunto del gusto y la objetividad en arte es algo irresoluble. La crítica literaria profesional, como casi todas las profesiones, ha desarrollado un metelanguaje para discernir mediante razonamientos fundamentados la calidad de las obras, sus significados y su alcance. A pesar de todo, un crítico, afortunadamente, no es un ingeniero. Quiero decir que una obra literaria, sobre todo, está sometida al gusto, a la subjetividad, entre otras cosas porque nace de ella, porque el proceso creativo es, también, esencialmente subjetivo. Es verdad que el crítico es el lector colegiado porque, ya sea a través de la formación o de la experiencia, supuestamente ha accedido a un tipo de conocimiento al que dificilmente puede llegar el lector común. De ahí que su lectura particular y, digamos, experta, se convierte en referencia. Aún así, aún aceptando esto, incluso la lectura de un crítico está sometida al gusto personal, a la subjetividad, igual que la lectura de cualquier mortal. Otra cosa muy diferente es hacer del gusto la herramienta del desprecio.

      Soy asíduo a la Medicina de Tongoy y es un blog no solamente necesario, sino sumamente ameno y divertido porque, efectivamente, ofrece al amante de la literatura las lecturas comunes, argumentadas según el gusto de Carlos, salpimentadas y a menudo con una buena dosis de cayena. Como dices, Tongoy es claro: no pretende sentar cátedra. la suya -creo- es opinión de gran lector, subjetiva, sometida al gusto, a la subjetividad, a su yo. Por eso genera empatía, por eso genera complicidad y seguidores, porque propicia debate, a veces doloroso, a veces divertido;a veces edificante, a veces gorsero, en libertad ... la vida misma.

      No quiero extenderme más. Solamente discutirte una última cosa. Creo que una obra literaria no es, por su naturaleza, funcional. La obra literaria no sirve para nada. No es como una mesa, que sí tiene utilidades. La obra literaria es copulativa, como el verbo ser. La obra literaria es revelación y conocimiento. Es una ceración humana y por tanto sujeta a los condiciontes de quien la alumbra. Por eso, creo que ayuda conocer las circunstancias extratextuales si se quiere acceder al fondo de ellas.

      Muchas gracias por tu tiempo, Víctor
      ¡Salud!



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    6. La última frase de mi comentario es ambigua y no se entiende. Quise decir que lo extratextual ayuda a comprender y conocer al autor y por tanto a entender mejor su obra

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    7. Disculpa mi retraso al contestar (estoy en Madrid y no dispongo de Internet). Gracias por tus apreciaciones: estoy de acuerdo con ellas. Naturalmente, esta reseña es elogiosa y, como tal, subjetiva en cierta medida, pero entiendo que no me limito a decir "es muy bueno" con diversas variantes vacuas, fragmentos equívocos (por favor, no confundamos el estilo indirecto libre de un narrador pseudoadolescente con la voz y la técnica de un autor), sino que trato de diseccionar algunos elementos del texto que me parecen relevantes y/o meritorios para sustentar ese "es muy bueno": colocados estos elementos, quien no esté de acuerdo podrá discutirlos desde la serenidad de esos mismos elementos. Ahora, con la reseña de Tongoy, no hay más remedio que acudir al texto y evaluarlo. Las sospechas, los tráficos de influencias y el resentimiento son demasiado humanos, vagos e insustanciales como para creer que alguien tiene la potestad para ejercer de justiciero en este ámbito. Creo que Miguel -al que no conozco ni del que puedo / quiero obtener nada- tiene talento. He tratado de explicar por qué. Quien no lo crea así, será bienvenido para discutirlo felizmente. Seguimos compartiendo lecturas. Un abrazo.

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  3. Buenos argumentos, comentarios, etc. Mi lista de lecturas al pendiente sigue aumentando...

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