He pasado parte del mes de julio
en Calafell. En los cerca de tres kilómetros de edificios adosados,
apartamentos y casas unifamiliares decoradas por perturbados que bordean la
línea de costa, destaca de pronto una pequeña casa de pescadores hecha de adobe
pintado de blanco y azul. Se levanta a duras penas entre dos condominios como último
vestigio del urbanismo selectivo y pacífico que practicaron ciertas generaciones
azoicas ya extinguidas de este país. Fue la casa de Carlos Barral, ahora
convertida en museo literario.
Tardé cerca de dos horas en dar
con ella y, cuando por fin me detuve frente a la puerta principal, descubrí que
el museo había cerrado por vacaciones. La posibilidad de escribir un artículo
sobre el lugar se esfumó de pronto y, sin mayor inconveniente, decidí seguir
tal y como estaba: de vacaciones, despreocupado por este blog y bajo la premisa
inmovilista y ociosa que propuso una vez Eugeni d’Ors: “No excursión: chaise
longue”.
Y así fue. Alojado en un oscuro
apartamento familiar en primera línea de mar y acompañado por dos amigos
estudiosos, vagué como un objeto bíblico y póstumo por ciertos pasillos
estrechos en los que, según cuenta mi abuela, a veces, a medianoche, puede
verse la sorpresiva imagen de un ahorcado: nuestro difunto tatarabuelo.
Antes de quedar abandonada, la
casa perteneció a una elegante aristócrata menor llamada Charo, muy apreciada
en la familia por su elocuencia y claridad de razonamiento, y por ser una mujer
librepensadora. De ella, ahora tan sólo queda una fotografía ajada y una
excelente biblioteca que me ha acompañado durante estos días. Su cuerpo quizá
pueda visitarse aún en algún sórdido cementerio del área metropolitana de
Barcelona, no lo sé, pero me consta que una o dos veces al año una pareja de
ancianos llega a la ciudad con la intención de visitar la tumba: son dos
lejanos amores ya provectos, pálidas llamas consumidas que no por ser más
pequeñas son menos ciertas.
Genial biblioteca, la de Charo.
Entre los volúmenes apenas he podido reconocer uno o dos clásicos vigentes.
Algo de Juan Marsé (que, por cierto, posee un huerto en Calafell), un
Chesterton y poco más. Abundan los libros sobre sexualidad, sexo, vocaciones
intrépidas y otras variantes de lo copulativo, así como los volúmenes dedicados
a la investigación de los efectos y orígenes de las drogas. Pero hoy quiero
rescatar algo mucho más inquietante. Se trata de una obra titulada Pelocrespo. El hombre. Escrita por un
tal F. Estrada Saladich. En realidad, no quiero rescatar tanto el libro como
algunos documentos que encontré en él.
Di con esta obra curioseando
entre los estantes y, cuando la cogí, cayó de entre sus páginas un folleto. En
él aparecía una fotografía que me llamó la atención. Un hombre trajeado, con
cigarro en mano y expresión de chulesca confianza empresarial sonreía hacia un
asiento vacío. EL DESCONOCIDO… Y EL AUTOR.
Este era el título del panfleto. Al parecer, la editorial que publicaba el
libro, Quiris, tenía la curiosa
costumbre de incorporar a las obras impresas de su colección un folleto con una
entrevista al autor, realizada por un hipotético personaje desconocido.
La idea me pareció bien pero su
resolución pésima, como veremos. Aún así, pude comprobar que en 1963, aunque
toscamente, ya se estilaban las estrategias de marketing más agresivas: además
de la entrevista, había en el interior del libro un papel mecanografiado en el
que se ofrecían las siguientes condiciones comerciales:
Muy señor nuestro:
Como siempre es un placer ponernos en contacto con usted.
En este Xº Aniversario de la fundación de la Biblioteca de Iniciativas Comerciales, hemos editado una obra original de D. Félix Estrada Saladich, titulada Pelocrespo, El hombre.
Hemos creído conveniente que todos nuestros suscriptores pudiesen beneficiarse de una oferta de esta obra, a precio reducido, especialmente estudiado para quienes conocen la obra principal de nuestro autor
PARA NUESTROS SUSCRIPTORES: 75.- PTAS.
Se dará cuenta al repasarla usted –en el envío que le hacemos directamente- que tiene en sus manos una obra humana que define unos personajes con los que se identificará desde la primera a la última página.
Nos ha parecido conveniente dejársela 15 días para su examen, transcurridos los cuales, si usted no ha ordenado lo contrario, le mandaremos un reembolso por la citada cantidad de 75. –pesetas.
Sin otro particular, aprovechamos la ocasión para saludarle muy atentamente.
Mi aprecio póstumo por Charo me
permite suponer que pasaron los quince días de préstamo sin que ella se
percatara del vencimiento del mismo. Estoy seguro de que tuvo que adquirir, a
desgana, la novela Pelocrespo. El hombre,
cuyo título ya suscita toda clase de reservas en el lector más o menos
instruido (o quizá soy tan sólo yo que, en mi orfismo alcohólico y sensitivo,
veo en este título un firme candidato a ser el peor título de la historia de la
literatura española). En cualquier caso, no quiero ni puedo valorar el libro en
sí, cuya lectura finalizó abruptamente con un gemido agónico transcurridas quince
páginas.
Sí me interesa, en cambio, la
entrevista que F. Estrada Saladich regala a sus lectores en el folleto anexo. Sirva
esta curiosidad, a modo de rentrée
playera, para retomar las actualizaciones en este blog. Yo, por lo menos, me
reí un buen rato con este asunto y con las heroicas palabras de nuestro autor,
un presuntuoso que, afortunadamente, como ocurre con todos los presuntuosos, no ha perdurado. Desde luego, es la peor manera de
convencer a un lector de que este libro merece la pena. Epic Fail, como suelen decir hoy en día los entendidos en el
fracaso; se nota que el marketing como disciplina de estudio estaba aún en
pañales.
Desconocido: ¿Por qué escribió usted esta novela?
Autor: No lo he pensado; siempre que me nace alguna idea o proyecto, procuro ponerlo en práctica y, en este caso, algún hecho que hoy no recuerdo fue posiblemente el motivo de que creara un ambiente, unos personajes, un argumento.
D: ¿Cuánto tiempo tardó en escribirla?
A: Un mes. Concretamente: cuatro sábados por la mañana.
D: ¿Tiene mensaje su novela?
A: No, no creo. No fue éste mi propósito…
D: ¿Se considera usted escritor?
A: He escrito catorce libros. Si se mide la condición de escritor por la cantidad de lo escrito, publicado y vendido, no cabe duda de que soy un gran escritor. Si es por la preparación intelectual, cultural, de erudito y de oficio, no soy escritor.
D: ¿Cree usted en el éxito de venta de Pelocrespo. El hombre?
A: Está asegurado. Soy un vendedor nato, según dicen, y como es lógico, la primera edición de 5.000 ejemplares está ya colocada… ¡Ja, ja, ja!
D: Si la novela obtuviese mucho éxito, ¿cambiaría en algo su manera de ser, pensar o vivir?
A: En absoluto. Creo hallarme ya de vuelta de todo y, como hombre, he superado cuantas ilusiones y metas me había propuesto alcanzar o conquistar, que eran muchas…
D: ¿Cree usted que tendrá buena crítica su novela?
A: Así lo espero; los periódicos y revistas donde anuncian nuestras Empresas no van a cometer la tontería de no hacerme una buena crítica: podrían perder al cliente… ¿No cree? ¡Ja, ja, ja!
Víctor Balcells Matas
felix estrada era un genio
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