Debemos insistir, por más evidente y claro que pueda parecer, en que el
conocimiento aislado obtenido por especialistas en un campo limitado del saber
carece en sí de todo valor. Su único valor posible radica en su integración con
el resto del saber y en la medida en que nos ayuda a responder a la más
acuciante de las preguntas: ¿Quién soy yo?
Erwin Schrödinger
No entraba en los planes
iniciales la reseña de libros no específicamente asociados al ámbito en que nos
movemos: la literatura. Pero la investigación que tratamos de llevar a cabo
requiere de la apertura de nuevas puertas, acaso todas las puertas disponibles,
sin temor de infamia e inspirados por lo báquico de la vida y por un verso
bonito de Baudelaire: Au fond de
l'Inconnu pour trouver du nouveau.
En una célebre conferencia
impartida el 7 de mayo de 1959 titulada Las
dos culturas, Charles Percy Snow, físico y novelista, denunció un hecho
que, a mi juicio, hemos arrastrado sin solución hasta el día de hoy: una
irrevocable división entre la “cultura literaria” y la “cultura científica”, el
levantamiento de un muro hecho de prejuicios que ha impedido la conexión entre
ambos ámbitos. En un macarrónico trabajo de campo Snow habla así de los
científicos: “cuando uno les sondeaba para ver qué libros habían leído,
confesaban modestamente: Bueno, he probado a leer un poquillo de «Dickens»,
como si Dickens fuese un escritor sumamente esotérico intrincado y de dudoso
interés, algo por el estilo de Rainer Maria Rilke”. Al ocuparse de los literatos, tampoco se queda corto: “Una o dos
veces me he visto provocado y he preguntado a la concurrencia cuántos de ellos
eran capaces de enunciar el Segundo Principio de la Termodinámica. La respuesta
fue glacial; fue también negativa. Y sin embargo lo que les preguntaba es más o
menos el equivalente científico de: ¿Ha leído usted alguna obra de
Shakespeare?”
C.P. Snow disfrutando de una copita de champaña |
La diatriba a la que dio inicio
la conferencia de Snow tuvo su respuesta inmediata por parte de Frank R. Leavis
en forma de espantosa refutación rabiosa: “Como novelista [C. P. Snow] no
existe, no ha comenzado aún a existir. Ni siquiera sabe lo que es una novela
[…] Resulta una ilusión patética, cómica y amenazadora por parte de Snow creer
que puede aconsejamos sobre los asuntos que aborda”.
Incluso Vargas Llosa, siempre
omnipresente, tuvo algo que decir al respecto de este asunto en un artículo
publicado en ElPaís en 1992. “Lo que más llama la atención [es que en este
tiempo se ha asentado] una tercera opción cultural, que algunos exigentes
llamarían subcultural […] Me refiero a aquella que fabrican, vulgarizan y
diseminan los medios masivos de comunicación”. Esto lo dijo en 1992. Hoy
Internet, el saber Wikipédico, las redes sociales, etc también podrían tener
cabida en el debate.
Con sencillez campesina hemos
decidido posicionarnos: nuestra vocación humanista nos obliga a buscar la
manera de cicatrizar la brecha arriba mencionada. Aquí nuestra pequeña
aportación: inauguramos en este preciso instante una sección dedicada a libros
de divulgación científica que ayuden a introducirse al profano en temas
técnicos y que, además –condición indispensable en este blog-, contengan el
germen de lo literario y sea gustoso el leerlos.
Portada americana de G.E.B. |
De Johan Sebastian Bach nos
interesa un momento concreto de su vida: la visita al rey de Prusia, Federico
el Grande. Este hombre tenía por costumbre organizar veladas musicales en la
corte. Él mismo era músico (tocaba la flauta), y uno de sus sueños era escuchar
tocar al viejo Bach. Fue en 1747 cuando, por fin, el maestro se dignó a hacer
una visita cortesana. Entusiasmado, el rey le enseñó toda su colección de
pianos Silbermann y le sugirió al maestro que los probara. Tras probar unos
cuantos, Bach le pidió al rey que sugiriera un tema inventado para una fuga,
ofreciéndose a improvisarla de inmediato al piano. Se cuenta que esa misma
noche llegó a improvisar una fuga a seis voces obligadas (el equivalente, para
que el lector profano se haga una idea, a jugar con los ojos vendados sesenta
partidas simultáneas de ajedrez). Al regresar a su ciudad natal, Bach decidió
trabajar en el tema inventado por el rey y componer una serie de piezas bajo el
título Musikalisches Opfer (Ofrenda
Musical). Hay en esa obra regia una pieza titulada Canon per Tonos que nos interesa especialmente. Pero antes, para
poder comprenderlo, ¿qué es un canon? Se trata de una pieza en la que se
acumulan distintas progesiones (voces) idénticas que tienen ligeras variaciones
las unas con respecto a las otras (variaciones en el tempo, el tono, etc). El Canon per Tonos tiene una particularidad
única: está construido de tal modo que su terminación se enlaza sin la menor
violencia con su propio comienzo, se manera que puede tocarse
ininterrumpidamente ad aeternum. El
significado simbólico de la pieza es evidente y el propio Bach hizo una
anotación al margen de la partitura: “Que así como se levanta la modulación,
así se levante la Gloria del Rey”. Esta pieza es un ejemplo de “Bucle extraño”,
tema central del libro que nos ocupa.
Un bucle extraño ocurre cada vez
que, habiendo hecho un movimiento hacia arriba (o hacia abajo) a través de los
niveles de un sistema jerárquico, nos encontramos sorprendentemente en el punto
inicial. Exactamente lo mismo que representan muchas de las litografías de
Escher.
Cascada, de M.C. Escher (Litografía, 1961) |
¿Qué tiene que ver todo esto con
el tercero en discordia, Gödel? En el concepto de bucle extraño se incluye,
lógicamente, el concepto de infinito, un concepto matemático. Hay paradojas
filosóficas que a través de las palabras sugieren también el bucle extraño. Por
ejemplo, la famosa combinación eterna de una contradicción irresoluble: “Esta
aseveración es falsa” (si es verdadera, es falsa, y si es falsa, es verdadera,
etc). A Gödel se le ocurrió utilizar los bucles extraños en el campo de la
matemática de la siguiente manera: quería utilizar el razonamiento matemático
para explorar el razonamiento matemático, es decir, quería convertir a la
matemática en una ciencia cerrada en sí misma, introspectiva. La investigación
le llevó a la formulación del teorema de la incompletitud, que dice así –en términos
comprensibles:
“Toda formulación axiomática de
teoría de los números incluye proposiciones indecidibles”.
Esta afirmación tiene muchas
consecuencias que no sería coherente desgranar aquí –esto es una reseña-, pero
podemos extraer una idea básica: “No se puede explicar un sistema utilizando
exclusivamente los propios elementos del sistema”. No hay nada que pueda explicarse a sí mismo
sin tener como referencia elementos externos a sí mismo. En definitiva, Gödel, Escher, Bach es un libro que
trata de responder algunas preguntas esenciales del hombre: ¿Cómo funciona la
inteligencia? ¿Por qué tenemos conciencia? ¿Existe la posibilidad de crear
inteligencia artificial consciente de sí misma? ¿Puede un sistema comprenderse
a sí mismo?
El asunto de los bucles extraños
y del teorema de la incompletitud enlazan directamente con textos literarios de
sobras conocidos –digo esto para crear algún nexo más-. Pienso ahora en Textos para nada de Samuel Beckett o el
propio Finnegans Wake de Joyce.
Aquí he expuesto, de manera
bastante simplificada, las premisas de este libro. Lo más interesante de esta
obra es la extraordinaria combinación de disciplinas y temas que se reúnen e
interrelacionan en ella. Desde Lewis Carroll, pasando por el ajedrez, Escher,
la computación, lógica formal, Bach o la música de John Cage. No es un libro en
absoluto fácil. En función de los conocimientos de lector el abandono de su
lectura se producirá antes o después y es complicado para un lector de obras
exclusivamente literarias leerlo entero y comprenderlo en su profundidad. Sin
embargo hemos querido rescatarlo aquí por juzgarlo imprescindible.
Introducirse en la lectura de
este libro implica introducirse, literalmente, en un ámbito cuya unidad y
textura, a nuestro juicio, es equiparable a las obras literarias cuya vocación
es generar un universo particular y separado de la realidad consuetudinaria. No
tanto por la prosa que desarrolla –en general explicativa y sencilla- sino por
la brutal potencia poética y estética de las abstracciones a las que obliga. Es
un libro que ayuda a comprender por qué un teorema matemático puede ser tan
bello como un verso bien trabado -¿y acaso esto no es una manera fabulosa de
cicatrizar el cisma?-.
Los capítulos explicativos se
intercalan, por otra parte, con capítulos eminentemente literarios, en los que
el autor trata de explicar a través de un relato aquello que ha expuesto de
forma técnica en el capítulo precedente. De los pinitos literarios de
Hofstadter no hay que esperar gloriosos pasajes a nivel estilístico, pero sí de
sus significados.
Portada de la edición española (Tusquets) |
Es una obra, sin duda, esencial.
Tan esencial que incluso habiendo perdido cierta relevancia científica (fue
publicada en 1989 y los avances en I.A. y computación han sido radicales desde
entonces) sigue reeditándose año tras año en –atención, dato significativo- la
colección Fábula de Tusquets. La
misma –y valga esto como colofón- en la que podemos encontrar a Thomas Pynchon,
J.M.G. Le Clézio, Cioran, Camus, y tantos otros amigos de este blog.
Víctor Balcells
La tengo en suspenso porque es una lectura ardua y hay pasajes muy complicados para los que no estamos familiarizados con, por ejemplo, la lógica. Pero me ha resultado una lectura muy inspiradora, como espero que podrás comprobar en breve.
ResponderEliminarUn saludo
(Torsvan M.) No hay una abismo entre ciencia y literatura, eso lo que quisieran muchos. Hay una grieta, y transitar por ella es desde luego tan inspirador como inquietante. Yo lo hice una vez y sigo cruzando esa grieta siempre que puedo. EGB recuerdo que me lo leí en la 'mili', creo que fui uno de los últimos que la hicieron. Algo verdaderamente alucinatorio. Y sí, la publica Tusquets, que también publica a Pynchon, al que me encuentro una y otra vez por la grieta.
EliminarTodo un honor para nosotros saber que pasaste por aquí. El libro se complica a medida que avanza la lectura y algunos pasajes son muy duros. Aún así, aunque se comprenda poco o no se comprenda nada en absoluto, no deja de resultar estimulante e inspirador desde el punto de vista de la creación literaria. Este me parece un elemento que el libro comparte con ciertas obras literarias especialmente arduas y, aún así, felices (como tu "Constatación Brutal del presente"; no se lo pierdan, amigos lectores). Tengo ganas de leer tu aportación.
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