En la corta historia de la
Ciencia Ficción[1], Pórtico es la única novela que ha conseguido ganar en un mismo año
-1978- los principales premios literarios del género, a saber, el Hugo, el
Nebula y el John W. Campbell. Semejante proeza victoriosa sería el equivalente
a ganar simultáneamente el Planeta, el Nadal y el Herralde. Esta triple
condecoración no tendría más relevancia si no fuera por lo paradójico de la
situación: hoy en día nadie se acuerda de esta novela, de modo que tenemos el
deber de rescatarla de inmediato.
Una teoría que conciba los
géneros literarios como entidades separadas pertenece al orden de lo absurdo y
responde tan sólo al afán del historiador por la sistematización y al deseo del
teórico de delimitar un canon siempre discutible. La Ciencia Ficción no vive al margen de la literatura, sino que forma parte indistinta de ella. Aquí quiero recuperar esta
obra tan sólo –y no es poco- en calidad de “excelente novela”, “imprescindible
lectura”.
Ya la trama resulta sugerente. La
humanidad, en un futuro moderadamente distante, descubre un asteroide con
restos arqueológicos extraterrestres de una raza extinta conocida como los Heechees.
El lugar está repleto de naves espaciales abandonadas que parecen estar en
perfectas condiciones. Sin embargo, son tecnológicamente tan complejas que
nadie comprende su funcionamiento: se sabe ponerlas en marcha, pero no
pilotarlas. Los pilotos no pueden saber nunca cuál será su destino ni cuánto
durará cada viaje, sólo se sabe que cada nave está programada para ir a un
lugar X y regresar de nuevo a Pórtico
–el asteroide- en piloto automático. De modo que ser piloto en Pórtico equivale
a ser, prácticamente, un suicida: las naves son tan antiguas que todos sus
destinos ya no corresponden con el lugar que tenían asignado: el riesgo de no
regresar y morir en el intento (o bien de agotar las reservas de agua y comida
por ser un viaje demasiado largo) es extremo. Ser piloto en Pórtico, en
definitiva, es como ser una especie de Cristóbal Colón ultramoderno. En uno de esos viajes hiperespaciales y fortuitos a bordo de las naves de los Heechees existe la posibilidad de enriquecerse con el hallazgo de restos o tecnología Heechee.
COPIA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS EN LA
CONFERENCIA DEL PROFESOR HEGRAMET
Pregunta: ¿Qué aspecto tenía el Heechee?
Profesor Hegramet: Nadie lo sabe. Nunca
hemos encontrado nada parecido a una fotografía o un dibujo, excepto dos o tres
mapas. O un libro.
Pregunta: ¿No tenían algún sistema para
conservar los conocimientos, como la escritura?
Profesor Hegramet: Pues, claro, debieron
tenerlo. Pero ignoro cuál era. Sospecho una cosa… bueno, es solo una conjetura.
Pregunta: ¿Qué?
Profesor Hegramet: Verá, piense en nuestros
propios métodos de conservación y en cómo habrían sido recibidos en tiempos
pretecnológicos. Si, por ejemplo, hubiésemos dado un libro a Euclides, tal vez
se habría imaginado qué era, aunque no pudiera comprender lo que decía. Pero ¿y
si le hubiésemos dado una grabadora? No habría sabido qué hacer con ella.
Sospecho, mejor dicho, estoy convencido de que tenemos en nuestro poder algunos
“libros” Heechee que no sabemos reconocer. Una barra de metal Heechee. Tal vez
aquella espiral en Q de las naves […] … no se ha descubierto nada.
Pregunta: Hay algo sobre los Heechees que no
puedo comprender. ¿Por qué abandonaron todos aquellos túneles y lugares?
¿Adónde fueron?
Profesor Hegramet: Jovencita, esto no me
deja ni hacer pis.
Uno a veces deambula por los
pasillos de la universidad y se topa con los más extraños personajes, en
general ancianos profesores expertos en lo más recóndito de cualquier
disciplina (Metafísica de los tubos, Prosodia del marketing viral, Historia de
las huelgas en la antigüedad clásica); huraños, introvertidos seres de barra de
bar, taza de té y conversación circular. El profesor Hegramet es la máxima
autoridad mundial en los Heechees. Sin embargo, no sabe absolutamente nada de
los Heechees. Nadie sabe nada de los Heechees. En las entrevistas que concede
es incapaz de aportar ni un solo dato sobre los Heechees. Profesor de la conjetura,
profesor de lo incognoscible. El gran funambulista Hegramet sólo tiene una
certeza sobre los Heechees: a juzgar por la forma de sus las sillas, sillones y
reposaculos que se han encontrado en las excavaciones arqueológicas, se puede
decir –sin tener, aún así, una seguridad plena y científica en tal conjetura-
que los Heechees probablemente tenían un culo muy similar al de las abejas,
alargado, larval, quizá con aguijón. Por lo demás, la autoridad mundial en
Heechees lo deja claro: jovencita, esto
no me deja ni hacer pis, es decir, no tengo ni idea, yo, catedrático
universitario.
La novela cuenta la historia de
Robinette Broadhead -bonito nombre-, piloto de Pórtico en busca de los tesoros
de los Heechees. Con una estructura que yo describiría felizmente como “de tipo
embudo”, se intercalan capítulos en los que Broadhead está tendido en un diván y
es psicoanalizado por un robot llamado Sigfrid von Schrink y capítulos a modo
de flashback que reconstruyen las peripecias del personaje en Pórtico a medida
que la terapia psico-positrónica avanza, en una suerte de saltos temporales
intercalados. El embudo consiste en lo siguiente: la terapia con el robot
evoluciona a lo largo de los capítulos hasta la revelación traumática a la par
que, desde el otro lado, la historia en Pórtico se desarrolla hasta el
conflicto culminante: una misma voz desdoblada que da mucho juego desde el
punto de vista del desarrollo del personaje. Esta solución narrativa de corte
cinematográfico no debe ser menospreciada. La mayor virtud de Frederick Pohl
reside en la combinación de un extraordinario dominio del Plot Point –puntos de
giro y tensión- con una prosa rápida, despojada de alardes estilísticos, y
extremadamente natural. Efectivamente, los nostálgicos de la serie de
televisión Perdidos están de
enhorabuena: pocos son los libros, hasta donde alcanza mi memoria y mi
conocimiento, que se hayan revelado tan adictivos como éste.
Frederik Pohl sonriente |
Ciertas técnicas constructivas
propias del bestseller suelen despreciarse en contextos de crítica literaria
relacionados con la supuesta “Alta Literatura”. Sin embargo, todo aquel que se
haya aventurado en los entresijos de la creación estará de acuerdo en que el
correcto montaje de los conflictos dentro de una narración exige no sólo
conocimiento, sino también una fina intuición. La prueba de ello es la enorme
cantidad de bazofias que continuamente producen guionistas y escritores de
corte académico, instruidos en las insignes “Escuelas de escritura”, a través
de los paródicos, casi bíblicos, “Manuales de Escritura Creativa”, etc. Ni hablar.
Hilar tan bien una historia como hace Pohl en Pórtico es algo al alcance de muy pocos.
Frederik Pohl juega dos bazas que
suelen tener una incidencia directa y estimulante sobre la atención del lector.
La primera, ya comentada, es esa sucesión de capítulos que se cierran frente al
abismo de un conflicto –algo muy folletinesco que autores tan respetables como
Javier Calvo, en España, también dominan y han elevado como vehículo posible de
la literatura de calidad- y la segunda es el añadido de lo enigmático. No se sabe nada de lo Heechees y eso es motivo de
intriga. Por otra parte, los pilotos de Pórtico viajan siempre hacia lo
desconocido: doble motivo de intriga. Si la serie televisiva Perdidos fue la gran tesis doctoral de
lo enigmático (¿Cuántos enigmas sin resolver se acumulaban capítulo tras
capítulo, enganchando al pobre espectador que esperaba en vano una “Gran
Resolución Final” que nunca se dio de manera satisfactoria?), Pórtico es la precuela. Es el enigma
sumado al conflicto lo que atrapa hasta el final del libro. En este punto Pórtico supera a Perdidos: el autor consigue centrar la atención del lector en los
personajes y no en los enigmas. Casi nada se resuelve en Pórtico a excepción del conflicto interior de Broadhead y, sin
embargo, el lector no echa en falta que no se cierren ciertos aspectos de la
trama. Me remito a lo ya dicho: nadie sabe nada de los Heechees, ni
siquiera el máximo estudioso de los Heechees. Nadie sabe nada de las naves
espaciales de los Heechees, nadie sabe nada sobre nada, ni siquiera sobre sí
mismo, y esa es la gracia de este libro: el autor te está diciendo todo el
rato: “los enigmas no van a resolverse nunca, te lo advierto”, y tú, como
lector, piensas: “¡Sí! ¡Los enigmas van a resolverse!”, pero, efectivamente, al final te
da igual que eso no ocurra –cosa que no sucedió con Perdidos y su fatídico final-.
(Cabe decir, sin embargo, que
Pohl escribió tres secuelas fallidas en las que dio toda clase de
explicaciones. Yo maldigo el haberlas leído, que conste).
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El texto está repleto de pequeñas
interrupciones, recurso de uso común en la literatura de la época –años
setenta- pero no en el género, que ayudan a enriquecer la trama. En los
momentos más dispares del libro aparecen enmarcados en un recuadro desde
anuncios publicitarios del futuro hasta entrevistas al célebre profesor
Hegramet -citado arriba- hablando de los Heechees, partes de vuelo y notas de todo tipo que
ayudan a dibujar el mundo de Pórtico y sus circunstancias.
Un clásico de la
Ciencia Ficción a recuperar que merece ser considerado como algo más que una
novela convencional. Hará las delicias del lector exigente y del
lector casual, difícil conjunción que raras veces se produce.
Víctor Balcells
[1] De acuerdo con B. Aldiss
situamos el nacimiento del género con Frankenstein,
de Mary Shelley, en 1818, y no antes como sugieren otros historiadores por una
sencilla razón: el concepto de ciencia –y su significado tal y como lo
entendemos hoy- no se fijó con exactitud hasta, por lo menos, el siglo XIX. Por
otra parte, el género no adquiere su nombre –Ciencia Ficción- y consecuente autonomía de gueto hasta más tarde,
cuando Hugo Gernsback, en 1926, lo normaliza para clasificar las historietas
coleccionables publicadas en Amazing
Stories –textos de ficción cuyo tema principal era la extrapolación de
informaciones científicas o paracientíficas-. La cuestión de los géneros y las
taxonomías es ardua y siempre aproximativa; Patricio Pron aborda en sus últimos
artículos el tema en referencia a la Ciencia Ficción latinoamericana aquí y
aquí.
Eeeh, no es Pórtico precisamente una novela "olvidada". Es un buen hecho que la descubrieras y te sorprenda, seguro, pero ten en cuenta que estás hablando de una piedra angular de la ciencia ficción, última reedición en español de hace un par o tres de años, y está en cualquier librería que pasees.
ResponderEliminarEl orden de comparación entre Perdidos y Pórtico denota claramente cuando llegaste a esta novela, así como el peso dentro de tu imaginario de ambas, y perdona sugerir que ponerlas en una misma balanza requeriría de un analisis genérico bastante más profundo. Sí, bueno "Pórtico supera a Perdidos", ok.
Estoy parcialmente de acuerdo con tus apreciaciones.
Eliminar"Olvidada" en el sentido de pasada por alto por todo aquel que no tenga un interés específico en el género; lógicamente es, como dices, muy conocida en su ámbito, pero sólo en él. De todas formas, la reedición de Zeta (2009) y la de Ediciones B (2005) no es tan fácil de encontrar -debo discrepar contigo en este punto.
Respecto a la ligereza de la comparación Perdidos-Pórtico, sí, es insuficiente y está localizada en un aspecto muy concreto, el de la resolución necesaria o no necesaria de los enigmas que se plantean: una promete y otra frustra rápidamente el deseo de cumplimiento de la promesa. Sólo en ese sentido es mejor, no hay que extrapolar esa opinión a la generalidad -efectivamente una comparación en toda regla requeriría de un trabajo más refinado y complejo. Estarás de acuerdo conmigo, en cualquier caso, en que sacar a colación Perdidos es una estrategia publicitaria efectiva para que el lector casual de este blog emprenda la búsqueda del libro.
gracias por tu comentario y por abrir el debate. ¡Saludos!
Creo que Víctor Balcells trataba de mencionar "Pórtico" como una novela "olvidada" no dentro del comercio en general, ni dentro del comercio de la ciencia ficción en general, sino dentro del terreno de la narrativa convencional. Que "Pórtico" pertenezca a una categoría subgenérica, normalmente ya la desclasa con respeto a cualquier tipo de canon académico, por ejemplo; sin embargo -y en esto radica el interés del artículo y el "rescate" de la novela- implementa logros estructurales de digna mención: es decir, está olvidada la novela en tanto en cuanto complejo de técnicas narrativas o, lo que es lo mismo, en sí misma entendida críticamente.
ResponderEliminarRespecto a la ligadura entre Perdidos y Pórtico. La ligadura que se presenta en el artículo es de cariz técnico, entendiendo, por parte de Víctor Balcells, que la ingeniería técnica de "Lost" y la ingeniería técnica de "Pórtico" devienen en lo mismo: una trama barajada a la perfección que engatusa la curiosidad del "lectoespectador"; empatar ambos productos culturales, por tanto, no requiere ningún análisis genérico bastante más profundo porque sólo se menciona la ligadura a través de ese efecto concretísimo: si acaso, se puede intentar restringir la mención en sí misma; aparte, el artículo procura resaltar los encantos particulares ya olvidados de una novela de subgénero, no estudiarlos en profundidad (un blog no suele valer para eso).
Muchas gracias por el comentario.
Pues hemos dicho más o menos lo mismo al mismo tiempo, mira qué bien.
Eliminar:)
Pues sea un "de acuerdo", pero ya venimos contestando otra cosa, que sería la cuestión del estatus o visibilidad de todo un género. Pórtico sigue siendo una novela más bien "recordada", como tu acceso e interés demuestran. Total, no importa, entiendo perfectamente tu intención reivindicativa. Pórtico mola.
ResponderEliminarEn cuanto a Perdidos, sigo infravalorando la serie, no sólo frustra, sino que se le ve el cartón. No veo trama barajada a la perfección sino yuxtaposición de trucos narrativos (como el mencionado) cuyo objeto está continuamente pospuesto, engendrando ese "engaño". Tenemos solo la cacharrería. No me refiero a un sentido, sino a un objetivo narrativo. Lost no lo tiene.
Que bonito que me sacaran a Mora, sólo escuché malas cosas de su desatino en el libro mencionado ¿algo que alegar en caso de que lo hayan leído?
No, no es otra cosa, una de las prioridades del artículo es criticar la escasa visibilidad de los aportes que puede hacer el género de la ciencia ficción a través de novelas como "Pórtico" al mundo de las técnicas narrativas. En cuanto a "trama perfectamente barajada", me refería exactamente a eso, sí, a "perfectamente barajada" a través de "trucos narrativos": he dicho barajada, no expuesta sobre la mesa boca arriba o concluida; no entro en cuestiones teleológicas ni evalúo el contenido de ambos productos en función de si esa "cacharrería" frusta para bien o para mal las expectativas del público: además, esa distinción, ya la hace el articulista por sí mismo al final del texto.
ResponderEliminarGracias de nuevo por abrir debate.
Hombreee, así explicado a posteriori... El decía del dijere del yo decía. Ya nos entendemos, las matizaciones en los comentarios son muy oportunas, pero eso son, apreciaciones que no constaban en el cuerpo del texto. No me lo pretendan.
ResponderEliminarY digo que sí a todo. OK. Pórtico, mola.
Por cierto, Ubik, de K. Dick, ya metía "anuncios" como recurso de contextualización. Y Burroughs era pura interrupción, y me lo ordenen en el estante de ciencia ficción, Máquina Blanda por ejemplo, así como Vonnegut en Las sirenas de Titan, o Cat's Cradle, interruptus metódico, con insertos tipo notícias o citas de libros ficticios. Todas esas novelas son anteriores a Pórtico. Ah ah, espera, y Las estrellas mi destino, de Bester, también tiene movidas de esas, creo recordar. O me lo invento, no sé, pero el libro es bien brutal y quería nombrarlo.
Salut.
Por partes: me parece que todo lo que he citado está pero que muy sobreentendido en el cuerpo mismo del texto; no he añadido absolutamente nada.Pero, "ok": dices que sí a todo. Tema zanjado.
EliminarPor lo demás: en efecto, son anteriores. Y creo que la incursión de los "anuncios" en la literatura o, más bien, en la forma literaria, puede retrotaerse hasta Mallarmé y su poema "un coup de dés jamais n'abolira le hasard"; y creo también que ese "interruptus" ya está presente en muchos poemas vanguardistas: quiero decir que si establecemos genealogías llegamos a la edad de piedra y que establecer genealogías no es el motivo del artículo (el motivo ya lo he referido anteriormente en numerosas ocasiones).
Gracias: enriquecedor el aporte.
Apunto alguno de los libros que nombras -otros los he leído-; gracias. Respecto al asunto de lo que se dijo, lo que está en el texto o no está en el texto, no nos ponemos de acuerdo, pero da igual: si había duda, aclarada queda. No es más que una reseña de un libro al que todos los presentes queremos. Por cierto, envíanos algún artículo sobre el tema, si te animas a escribirlo -o sobre lo que se te ocurra. Estamos abiertos a cualquier tipo de colaboración. Y firma con tu nombre sin temor, que este es un lugar totalmente arrabalero.
EliminarSalut!
Agradecida invitación. Os descubrí reciente y me paseaba por vuestros posts. Seguiré por aquí.
EliminarParlem.
Eh eh. El lectoespectador: ¿vale la pena?
ResponderEliminarCon las ampollas que ha levantado ese libro, no voy a emitir un sí o un no sin haberle dedicado previamente un artículo en el que explique con qué razones lo ensalzo o lo desestimo, lo siento; y, por lo de pronto, las cuestiones problematizadas en el "Lectoespectador", no entran dentro de las prioridades de este blog, stricto sensu. Con todo, ya que hablábamos de una novela y de una teleserie, y, a fin de cuentas, de un modo muy concreto y contemporáneo de leer un constructo artístico, el término "lectoespectador" me pareció adecuado.
EliminarGracias.
Pese a ser un aficionado a la CF, yo he tardado bastante en leer esta novela (de hecho me he atrevido hasta a comentarla: http://el-pobre-cito-hablador.blogspot.com.es/2014/04/portico-frederik-pohl.html), aunque debo reconocer que no también como haces tu aquí, lamentablemente para mi.
ResponderEliminarPor cierto que estaba dudando si leer alguna de sus secuelas, pero por lo que dices... no se no se.