Quinto Horacio Flaco |
Horacio, extraño personaje. En los tiempos
que corren es imprescindible que hablemos un poco de él. No de su obra, sino de
él como persona. Hablemos de la honestidad y de la farsa, hablemos de los
intereses y las conveniencias, todo aquello que desfigura la literatura pero
que, en su desfiguración, la figura. Horacio el gran poeta, quién diría que fue
un vendido, quién diría que fue deshonesto consigo mismo, oportunista a
veces.
Roma republicana, poco antes de la
transición hacia la época imperial, siglo I a.C.. El oficio de poeta no goza de
un estatus privilegiado. Los poetas suelen ser esclavos o extranjeros al
servicio de generales militares ávidos de gloria. Gracias a su talento gozan de
cierta consideración, pero no dejan de ser artesanos sin nombre. El contexto
está claro: la poesía es una actividad servil y el cometido del poeta sometido
a su patrón es el de desempeñar funciones de asistente, recadero y amenizador
-al estilo juglaresco.
Ante esta situación, surge una nueva
corriente de artistas que pretenden legitimar al poeta como creador
independiente: los Neotéricos. Se trata de la imitación de un modelo griego del
siglo IV a.C. No nos interesan tanto sus presupuestos literarios y estéticos
-baste decir que es considerado un movimiento de vanguardia: rechazan las
normas literarias tradicionales en pos de una mayor experimentación con el
lenguaje y una tendencia hacia la hibridación de géneros-, sino los rasgos
sociopolíticos de su condición. Los poetas neotéricos no son esclavos, sino
nobles de tradición aristocrática cuya dedicación a la poesía no supone una
actividad servil sino la libre expresión personal de su libertad.
En este contexto aparecen poetas que luego
han tenido un peso relevante en la tradición literaria posterior: Catulo,
Virgilio u Horacio (aunque también podríamos mencionar tantos otros poetas
"menores": Vario, Valerio Catón, etc). Pero quiero centrarme en
Horacio, como ya he dicho.
De familia noble, cursa sus estudios en
Roma y posteriormente en Atenas, estancia que coincide con el asesinato de
Julio César (44 a .C.)
y el desencadenarse de una guerra civil por la sucesión en el poder. Horacio
toma partido por el bando que resultará perdedor, y cuando regresa a Italia se
encuentra con que su padre ha muerto y sus posesiones han sido confiscadas.
Según afirma el propio Horacio en las epístolas (2.2.51-4) fue esta situación
desesperada la que le llevó a escribir poesía. Sin embargo este dato parece
haber sido falseado, pues en realidad una vez comprobada la situación familiar
desastrosa, se traslada a Roma donde, en poco tiempo, asciende rápidamente en
el escalafón social hasta alcanzar el puesto de scriba quaestorius, un cargo
equivalente al de notario o funcionario superior del estado con posibilidades
de ascenso y de acceso al orden senatorial. ¿Cómo ocurrió este fulgurante
ascenso, si había luchado contra los que ahora detentaban el poder?
Me interesa examinar de cerca cómo Horacio
llegó a ser un poeta relevante partiendo, en apariencia, de la más absoluta
miseria. Al arrojar luz sobre esta particularidad no pretendo desacreditar la
figura o la obra del poeta, sino arrojar luz sobre ciertos patrones de
conveniencia y deshonestidad que han imperado y aún hoy imperan en las
relaciones de poder que sustentan el mundo literario.
Primero: las amistades, el círculo de
influencia. Segundo: escribir obras para posicionarse dentro del espectro
político y social.
La guerra civil acaba con la República.
Asciende al poder Octaviano Augusto que adopta el cargo de princeps en una nueva forma de poder
autocrático: empieza la era imperial. Puesto que Horacio había combatido en el
bando perdedor, para poder desarrollar su tarea poética en esta nueva época
necesita el patronazgo y el favor de los hombres que ahora ostentan el poder.
Así su primera obra, Sátiras,
tiene una doble función que subyace al texto: la recomposición de su propia
imagen y, al mismo tiempo, la defensa de un régimen político recién instaurado
y aún precario. Esta obra le permite darse a conocer y trabar amistad con
Virgilio y Vario, que a su vez le introducen en el círculo de Mecenas, un
personaje rico con pretensiones literarias, afín a Augusto. En su obra,
Horacio describe el círculo de Mecenas como un grupo de espíritus puros guiados
por altos ideales altruistas compartidos. Así se posiciona sin tomar partido:
esta primera obra se presenta con un cariz marcadamente apolítico en el que se
defiende la vida apartada y frugal. Sin embargo, en su obra posterior, las Odas, escrita una vez afianzado
el reinado de Augusto, Horacio abandona el epicureismo de moral privada que
ilustraban las Sátiras y adopta un Estoicismo de moral
pública deliberadamente comprometido con Augusto y su programa político.
Llama la atención cómo el contenido de sus
obras parece tener un objetivo pragmático de índole estrictamente personal que
va más allá del hecho literario. Afianzarse en el círculo de Mecenas le permite
posicionarse en el escalafón social y enriquecerse. Posteriormente, la
declarada defensa de un emperador que él mismo repudió durante la guerra civil,
le permiten aumentar su rango de influencia como poeta imperial con funciones,
diríase, casi propagandísticas, hasta el punto de que, tal y como menciona
Suetonio (Vita Horati), es posible que el propio Augusto quisiera
adoptarlo como secretario personal.
¿No es esta una actitud censurable? ¿El
oportunismo, la falta de honestidad? ¿La hipocresía, el amiguismo? Sin duda.
Pero con Horacio por lo menos hemos tenido una suerte que en otros casos no nos
ha sido concedida: sabía escribir.
Víctor Balcells
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